Nota bio-bibliográfica
Sara Herrera Peralta (Jerez de la Frontera, 1980) es autora de los poemarios La selva en que caí (Torremozas, 2007), De ida y vuelta (Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos - Difácil, 2009), Sin cobertura (La Bella Varsovia, 2010) y Provocatio (Premio Ana de Valle - Ayuntamiento de Avilés, en prensa).
Sus poemas han sido incluidos en antologías como Poemas para un minuto I (Hipálage, 2007), Voces Nuevas, XX Selección (Torremozas, 2007) y 50 maneras de ser tu amante (Puntos Suspensivos, 2010). Colabora ocasionalmente con revistas especializadas (La sombra del membrillo, Palabras Diversas, El coloquio de los perros, MLRS, Catálogos de Valverde 32, Nayagua o el fanzine Bar Sobia). Su obra ha sido parcialmente traducida al francés y al portugués.
MBA especializado en Comunicación y Medios por el ESG Graduate School of Management de París, Master en Dirección de Marketing y Comunicación por la UOC, es Diplomada en Turismo y Diplomada en International Management Assistance con intercambio en universidades de Helsinki y San Petersburgo. En la actualidad estudia un Grado en Lengua y Literatura Españolas. Desde 2007 reside en París.
Selección de poemas
Del poemario Provocatio (Premio Ana de Valle – Ayuntamiento de Avilés, en prensa):
Dreams agency
Cantamos y maldecimos los días de hambre,
de hambre y de Nocilla,
teniéndolo todo y no teniendo nada.
Cantamos creyendo en el paraíso
de una playa desierta con palmera inclinada,
el olor salado y el sonido de las olas,
cabalgando.
Testimoniamos los hechos.
Y quizá, algún día, sepamos por qué las colas son largas
en el Corte Inlgés, - una vez que hemos comprado ya
el papel higiénico, el arroz y los huevos -,
en la agencia de viajes.
Un billete, por favor.
Un billete para ir a algún sitio,
no importa dónde, lejos del barrio.
Cuando cantemos creyendo que el paraíso existe,
que de verdad hay una playa
y una isla desierta
y un cocotero
y una palmera,
cuando cantemos, por fin, convencidos
de que el paraíso existe,
los dioses serán menos,
ya no tendremos tantos sueños.
Del poemario Sin cobertura (La Bella Varsovia, 2010):
18:33
Al hilo rojo
Los bancos del parque son
mis paradores de ciudad.
Un anciano deambula en línea recta.
Un joven se acerca. Se estrechan los cuerpos.
-Perdone, tiene usted una pegatina en su espalda-.
-Gracias, joven. Estos niños de hoy en día…
Muy amable. ¿Tendría usted hora?-
-Sí, claro, las seis y media-.
-¿Cómo se llama?-
El tentempié de los árboles.
La distancia entre los dedos y
el rastro de unos zapatos
de cordones desatados.
La tarde tiene sabor a castaña recién hecha.
-Perdone, tengo prisa-.
-Disculpe. Muchas gracias-.
Y vuelve a colocarse su pegatina en la espalda.
Del poemario De ida y vuelta (Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos – Difácil, 2009):
Daumesnil
Se asemejan las libertades.
Materias contenciosas: el peligro de ir en línea recta.
En esta parada dibujamos círculos de oxígeno para el horror de la existencia.
Aún quedan esperanzas clavadas en los arañazos del vagón.
Y entonces sobreviene el porqué de las cosas. De todos los sueños.
Casi dormidos. Sin estar alerta, podremos todavía imaginar.
Hay rastrojos y escombros en sus párpados,
pero el vagabundo sabe de dónde vino.
El futuro es un vagón de metro.
Sonámbulos que gritan: vagabundos.
Quizá
sean los únicos que conozcan, a ciencia cierta,
su destino.
Del poemario La selva en que caí (Torremozas, 2007):
El solitario
Que nadie vuelva a nacer como vino al mundo
es comprender el eterno paso del tiempo
cuando el segundero marca el tic tac vespertino.
Hay miradas tristes con arrugas en los anteojos
y suspiros que gritan en silencio cada noche
cuando queremos cerrar los ojos.
Niñez veloz, interrogantes en el iris de dos ojos negros.
Los hombres y mujeres que recorren el trayecto en solitario
conocen los rayos de las tormentas y la sequía del
verano como los campesinos pobres de la tierra
en que viviste.
Pero la soledad, a veces, también es una victoria.
Engendrados en los vientres de las madres que
amamantan con la leche del hambre,
los solitarios se inventan poco a poco
el sonido de un beso a la interperie.
El mundo está lleno de ausencias cuando nos invade
la muchedumbre. El solitario busca, incansable,
entre la maleza. Eco insonoro que nunca vuelve.
El mundo se vuelve sordo.